sábado, 4 de marzo de 2017

Corpus Christi








La venta de dulces de Corpus Christi en los portales que dan hacia el parque Abdón Calderón es el principal atractivo de este feriado, en Cuenca. se instalan  mas de 100 puestos con golosinas de vistosos colores. Se ofertan roscas, roscones, suspiros, huevos de faldiqueras, pañuelos, monjas, figuras de frutas, entre otros dulces.  


Aunque la fiesta de Corpus Christi (Cuerpo de Cristo) es una tradición religiosa en la que la Iglesia católica recuerda el sacrificio de Cristo al entregar su cuerpo y su sangre para perdonar los pecados de sus hermanos, en Cuenca las manifestaciones de esta fe la tornan una fiesta popular alrededor de la Catedral de la Inmaculada, en donde todos los días se realizan dos misas y una procesión.
Las bandas de pueblo que los priostes invitan para amenizar la caminata de los cuencanos y visitantes, en torno al parque Abdón Calderón, mientras esperan la quema de castillos y otros fuegos pirotécnicos, son parte de los atractivos.
Pero el aroma y colorido que se toman la calle Sucre, a lo largo de la Catedral, los portales de las calles Benigno Malo, Luis Cordero, y este año de la Bolívar, con nueve dulceras de Bahía de Caráquez invitadas por la fundación Turismo para Cuenca, son el atractivo durante el Septenario, como también se le conoce a esta fiesta.
La investigadora Nida Vásquez recopiló hace un par de años una investigación sobre el origen, formas y preparación de estos dulces de diferentes figuras, colores y texturas. Entre otros detalles, precisó que al principio, las maneras de elaborar estas delicias del Corpus fueron un privilegio de los conventos. Cada persona tenía un secreto y todos mezclaban los ingredientes al cálculo.
Y esto es verdad, dice Nancy Santos, una de las socias de la microempresa Dulces Doña María, que se creó hace más de 20 años. Ella junto con su socia, María Carchi, aprendieron las recetas de la familia Valdivieso Sánchez, con quienes se criaron desde niñas.
Ambas socias coinciden con la investigadora Vásquez cuando afirman que las recetas de los dulces también sufrieron un mestizaje, ya que el maíz, producto endémico de los Andes, y la harina que los indígenas sacaban de este, se convirtió en ingrediente principal de parte de estas creaciones.
Por ejemplo, las galletas de ajonjolí y anís, así como las roscas de viento y de leche se hacen desde entonces con harina de maíz. También los nombres se mezclaron y a las galletas caritas rosadas se les llama pucañahuis, que en kichwa significa mejilla colorada.

Los turrones de Andalucía, en varias recetas se los hace con tocte o nogal; y las hostias se mezclan con dulce de leche, como un sánduche para dar como resultado los quesitos. A los suspiros de monjas, merengues de clara de huevo horneados, se sumaron las kusingas, especie de pan enconfitado.

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